El 2 de octubre de 1928, por la mañana, en la festividad de Los Santos Ángeles Custodios, y luego de celebrar la Misa, San Josemaría estaba en su habitación del Convento de los Paúles -donde se encontraba haciendo un retiro espiritual-, leyendo las notas que había llevado. De pronto, le sobrevino una gracia extraordinaria, por la que comprendió que el Señor le contestaba a sus insistentes peticiones: “Señor, que vea, Señor que sea”. En ese momento, emocionado, se arrodilló y escuchó el tañido de las campanas de la Iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles, en Madrid.
San Josemaría manifestaba de este suceso lo siguiente: “Hoy hace tres años -escribió el 2 de octubre de 1931- que en el Convento de los Paúles, recopilé con alguna unidad las notas sueltas, que hasta entonces venía tomando; desde aquel día el borrico sarnoso (con esta expresión se refería a sí mismo), se dio cuenta de la hermosa y pesada carga que el Señor, en su bondad inexplicable, había puesto sobre sus espaldas. Ese día el Señor fundó su Obra: desde entonces comencé a tratar almas de seglares, estudiantes o no, pero jóvenes. Y a formar grupos. Y a rezar y a hacer rezar. Y a sufrir…”.
Todos los que hemos recibido el Sacramento del Bautismo, estamos llamados a seguir al Señor; a vivir y a lograr que las personas conozcan el Evangelio. La finalidad del Opus Dei es contribuir a esta misión evangelizadora de nuestra Iglesia, promoviendo entre los hombres y mujeres de la tierra, de cualquier condición, una vida coherente con la fe en todas las situaciones ordinarias de la vida, especialmente a través de la santificación del trabajo.
San Josemaría nos decía: “En un laboratorio, en el quirófano de un hospital, en el cuartel, en la cátedra universitaria, en la fábrica, en el taller, en el campo, en el hogar de familia y en todo el inmenso panorama del trabajo, Dios nos espera cada día. Sabedlo bien: hay un algo santo, divino, escondido en las situaciones más comunes, que toca a cada uno de vosotros descubrir”.
Y manifestaba que Él quiere que lo ayudemos: “O sabemos encontrar en nuestra vida ordinaria al Señor, o no lo encontraremos nunca. Por eso puedo deciros que necesita nuestra época devolver -a la materia y a las situaciones que parecen más vulgares- su noble y original sentido, ponerlas al servicio del Reino de Dios, espiritualizarlas, haciendo de ellas medio y ocasión de nuestro encuentro continuo con Jesucristo”.
¡Felices 90 años, Opus Dei!
Saludos,
Departamento de Familia