Con las manos juntas…

…Y de rodillas; con los brazos cruzados y sentados; caminando por la calle; yendo al trabajo o regresando a la casa, sea en nuestro auto o en un bus, o en cualquier transporte. En la capilla y ante un Sagrario. Se puede rezar en todo momento y a toda hora. Para hablar con Dios no hay que sacar una cita, o aguardar a que nos toque el turno.

Él está siempre esperándonos. Como el padre del hijo pródigo. Con los brazos abiertos y una mirada llena de ternura.

La oración es un arma poderosa. Jesús nos lo enseñó cuando estuvo aquí en la tierra. Cuando escogió a sus apóstoles; cuando realizaba milagros o predicaba ante grandes multitudes; cuando perdonaba los pecados. Antes de su Pasión oró con gran fuerza, para vencer la tristeza y la angustia que le hicieron sudar sangre. Y antes de morir, encomendó su espíritu al Padre.

Frente a los grandes o pequeños problemas que la vida nos plantea, no hay que desesperarse pensando en que no encontraremos soluciones. Dios no pierde batallas. Pero necesita que le ayudemos a ganarlas confiando en Él,… en su omnipotencia,… que todo lo puede y todo lo soluciona.

Saludos,                                                                                  

Departamento de Familia