Como un caso entre cientos -narra Encarnación Ortega-, que en 1945 se marchó de la Residencia de la Moncloa la cocinera, porque tenía bastante edad y el trabajo de aquella residencia era excesivo para ella. Mons. Escrivá de Balaguer indicó expresamente que se tuvieran con ella las máximas atenciones, y se le diera una gratificación generosa. Su agradecido modo de ser hizo que nunca se limitase a cumplir estrictamente -estrechamente– deberes de la justicia.
Otra manifestación de su sentido de la amistad –detalle muy significativo en nuestros días– es que siempre supo tener tiempo para los amigos, para estar junto a ellos, especialmente en los momentos difíciles. Don Antonio Rodilla, muchos años Vicario General de Valencia, Rector del Seminario Archidiocesano, Director del Colegio Mayor San Juan de Ribera en Burjasot, y amigo del Fundador del Opus Dei desde los años treinta, traza en una carta a un sacerdote de la Obra, el amplio cuadro de amabilidades y delicadezas que tuvo con él y con su familia: desde el consuelo en situaciones íntimas muy dolorosas, hasta la presencia física en el entierro de su madre.
Algún día, con paciencia, se podrán calcular las muchas horas que empleó invitando a comer a esos múltiples amigos suyos, con –la frase es de Camino, 974– la vieja hospitalidad de los Patriarcas, con el calor fraterno de Betania.
Y, por último, las cartas. También hará falta mucha paciencia investigadora para reconstruir la correspondencia del Fundador del Opus Dei. Escribió miles de cartas, que eran prolongación desde la lejanía de una amistad hondamente sentida.
No dejó de escribir ni siquiera durante los años de la guerra de España, en los que la censura postal hacía arriesgado el correo. La amistad –el cariño– conoce mil recursos. Fue entonces cuando comenzó a firmar Mariano, uno de los cuatro nombres que le impusieron en la pila bautismal, y en el que se reflejaba también su devoción a la Virgen. Sus cartas de aquellos años están llenas de nombres convenidos, de imágenes tomadas de la vida familiar, que sorteaban los riesgos de la censura de las dos zonas en que estuvo dividido el país entre 1936 y 1939.
Muchos han sido los que han testimoniado su alegría y agradecimiento cuando, en los frentes de guerra, recibían periódicamente las noticias del Fundador del Opus Dei, que les alentaba a seguir en la brecha de otras peleas: su lucha interior, su afán apostólico, su preocupación por los demás, la reconstrucción de sus vidas, para seguir haciendo una cristiana siembra de paz cuando terminase el conflicto. Libros. Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer. Tiempo para los amigos.
Saludos,
Departamento de Familia