Un día de fiesta

El 26 de junio de 1975, falleció Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer. Para quienes lo conocieron de cerca y vivieron junto a él, y para quienes palpamos su obra, ese día no fue de penas y tristezas, sino un día de júbilo y alegría, ya que estamos convencidos de que fue el momento de su tránsito al Cielo.  

Un premio ganado con mucho esfuerzo, con gran sufrimiento, y con enorme amor por los demás. Se entregó al servicio de los pobres y enfermos de Madrid durante sus primeros años de sacerdocio y luego, en cuerpo y alma, a la Obra de Dios.  

El Opus Dei vino por inspiración divina, sin que él lo haya buscado. Fue Dios quien, por su voluntad y contando con la aceptación de San Josemaría, quiso que la Obra se extendiera por todo el mundo.  

Son muchos los centros de acogida, escuelas, colegios, centros de salud, de promoción social y cultural, de formación espiritual, que han beneficiado a miles de personas, que por medio de esas obras han conocido más de cerca a Dios y han mejorado su condición de seres humanos, viviendo con dignidad y aportando con sus conocimientos al progreso de la sociedad.  

San Josemaría supo sembrar en sus hijos la preocupación por los demás; no quedarse encerrados en los deseos y aspiraciones personales, muchas veces legítimas, pero que en ciertas ocasiones no permiten que se mire a nuestro alrededor a hermanos que extienden la mano, buscando una ayuda material o espiritual.  

Acudamos a San Josemaría, el santo de lo ordinario, para que sea nuestro intercesor ante el Señor de todas las peticiones que le solicitamos.  

Los invitamos a la Santa Misa que se efectuará el día de hoy, a las 19h00, en la Iglesia Catedral de Guayaquil.   

Saludos,    

Departamento de Familia