Servir a los demás. En todo lo que se pueda. A cada momento. De cualquier manera. No sólo cuando se presentan desastres naturales, o cuando estamos cerca de la Navidad, o cuando se organiza una campaña para alguna actividad en beneficio de los necesitados.
La capacidad de servicio debe demostrársela siempre; cuando nos pidan una colaboración, y también cuando veamos que faltan manos para sacar adelante un proyecto de labor social.
El anciano que está en el asilo; el niño afectado de cáncer; la persona que yace en la cama de un hospital con quemaduras graves; el adolescente que requiere de un consejo; el hijo o la hija que desearían hablar con sus padres, pero que casi nunca los encuentran en la casa; el que pide caridad material o espiritual. Todos ellos necesitan de nosotros.
De muchas formas podemos servir al prójimo. Basta con observar a nuestro alrededor: servir a quienes nos sirven, no sólo pagándoles por su trabajo, sino averiguando sus necesidades afectivas. También están cerca de nosotros algunos familiares que pocas veces los vemos o visitamos. Y nuestros amigos, compañeros de trabajo,… conocidos.
Darnos a los demás, viendo en cada uno de ellos el rostro de Jesús. Él dijo: “Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con el más pequeño de mis hermanos, lo hicisteis conmigo”. No permanezcamos indiferentes al escuchar esta frase. Que nuestra disposición sea siempre, servir a los demás.
Saludos,
Departamento de Familia