Decía San Josemaría, en una reunión en Argentina, ante un público numeroso, lo siguiente: “Ahora, ¡quereos de verdad! Y como os aconsejo siempre: marido y mujer, pocas riñas. Más vale no enredar con la felicidad. Ceded vosotras un poquito. Él cederá también. Luego, delante de los hijos, no riñáis; que los niños se fijan en todo, que los niños forman enseguida su juicio. No saben que San Pablo ha escrito: qui iudicat Dominus est, que es el Señor el que juzga. Y ellos se erigen en señores, aunque tengan tres o cuatro años, y piensan: mamá es mala o papá es malo. ¡Es un lío feroz, pobres criaturas!, ¡qué tragedia! No hagáis esa tragedia en los corazones de vuestros hijos. Esperad un poquito, tened paciencia; y ¡ya reñiréis!, cuando el chico esté dormido reñís. Pero poquito, sabiendo que no tenéis razón. Ya se os ha pasado el enfado, se os ha pasado el enfado, y aquél de los dos que cree que tiene razón, le tiene que decir al otro: perdóname, porque verdaderamente soy impaciente, y te quiero con toda mi alma, y os dáis un buen abrazo, y hacéis las paces,… unas paces muy sabrosas, anda”.
Sabio y gran consejo para todos nosotros, que de repente estamos ante circunstancias que nos hacen perder la paciencia, y muchas veces el control, ante el cónyuge que ha cometido, según nosotros, alguna falta.
Pero, equivocaciones las tenemos todos,… en muchas situaciones que la vida nos plantea. Y si nos enfadáramos por cada una de ellas, no podríamos estar tranquilos ni un solo momento.
Entonces,… a disgustarnos menos con los cónyuges. Mientras menos lo hagamos, mejor. Y luego, no lo olvidemos,… que vengan las paces. Que no vayamos a dormir sin hacer las paces, perdonando los defectos de los demás.
Saludos,
Departamento de Familia