Para que trabajara

San Josemaría, en su libro Amigos de Dios, en el punto 57, dice lo siguiente: “Desde el comienzo de su creación, el hombre -no me lo invento yo- ha tenido que trabajar. Basta abrir la Sagrada Biblia por las primeras páginas, y allí se lee que -antes de que entrara el pecado en la humanidad y, como consecuencia de esa ofensa, la muerte y las penalidades y miserias- Dios formó a Adán con el barro de la tierra, y creó para él y para su descendencia este mundo tan hermoso, ut operaretur et custodiret illum, con el fin de que lo trabajara y lo custodiase”.

Dios nos ha creado para trabajar, y hay diferentes maneras de hacerlo. Trabajo intelectual y manual. En una oficina o consultorio, o en un laboratorio. En la casa, en el campo, en la fábrica, en el colegio, en la universidad. Son tantos los sitios y tantas las formas en que podemos servir a los demás.

Los niños, adolescentes y adultos jóvenes, estudiando en los centros educativos, también trabajan, porque están aprendiendo materias que les servirán luego, cuando sean profesionales. “Una hora de estudio, para un apóstol moderno, es una hora de oración”, decía San Josemaría.

En muchas actividades, en los actuales momentos, no podemos laborar presencialmente, pero hay que ofrecer esas molestias, pidiéndole al Señor que nos permita estar pronto en nuestro lugar habitual de trabajo.

Encomendémonos a San José, trabajador infatigable, obrero manual y padre adoptivo de Jesús, para que nos ayude a comenzar y a terminar bien nuestras tareas; estando conscientes de que la primera piedra es importante cuando se comienza a realizar una obra. Pero la que realmente vale es la última, es decir, la que marca el final del trabajo.

Saludos,

Departamento de Familia