Para vencer al miedo hay que tener esperanza, es decir, tener plena confianza en que se va a realizar todo lo que nosotros deseamos. Es una de las virtudes teologales, denominadas así porque son hábitos que el Señor infunde en la inteligencia y en la voluntad del hombre, para ordenar sus acciones hacia Él.
San Josemaría decía: “Espéralo todo de Jesús: tú no tienes nada, no vales nada, no puedes nada. Él obrará, si en Él te abandonas. Ha pasado el tiempo, y aquella convicción mía se ha hecho aún más robusta, más honda. He visto, en muchas vidas, que la esperanza en Dios enciende maravillosas hogueras de amor, con un fuego que mantiene palpitante el corazón, sin desánimos, sin decaimientos, aunque a lo largo del camino se sufra, y a veces se sufra de veras”.
La esperanza debemos sembrarla alrededor de nuestro entorno: en nuestra familia, en esas personas que están pasando dificultades, y que piensan que la puerta por la que iban a pasar, definitivamente se ha cerrado.
Y no es así: Toda puerta tiene una llave, pero a veces hay que padecer un poco para conseguirla; y en ese momento, todo es diferente, porque al entrar habremos encontrado ese gran tesoro que parecía perdido. Sólo es cuestión de pedir, buscar y de llamar. Jesús mismo lo prometió…, y Él no se equivoca.
Saludos,
Departamento de Familia