Eso mismo que has dicho, dilo en otro tono, sin ira, y ganará fuerza tu raciocinio y, sobre todo, no ofenderás a Dios. (Camino, 9).
No reprendas cuando sientes la indignación por la falta cometida. -Espera al día siguiente, o más tiempo aún. -Y después, tranquilo y purificada la intención, no dejes de reprender. -Vas a conseguir más con una palabra afectuosa que con tres horas de pelea. -Modera tu genio. (Camino, 10).
Cuando te abandones de verdad en el Señor, aprenderás a contentarte con lo que venga, y a no perder la serenidad, si las tareas -a pesar de haber puesto todo tu empeño y los medios oportunos- no salen a tu gusto… Porque habrán “salido” como le conviene a Dios que salgan. (Surco, 860).
Siendo para bien del prójimo, no te calles, pero habla de modo amable, sin destemplanza ni enfado. (Forja, 960).
Serenos porque siempre hay perdón, porque todo encuentra remedio, menos la muerte y, para los hijos de Dios, la muerte es vida. Serenos, aunque sólo fuese para poder actuar con inteligencia: quien conserva la calma está en condiciones de pensar, de estudiar los pros y los contras, de examinar juiciosamente los resultados de las acciones previstas. Y después, sosegadamente, interviene con decisión. (San Josemaría y la serenidad).
Saludos,
Departamento de Familia