A veces inquietos, a veces callados; de carácter fuerte, o no tan fuerte; algunos son deportistas, otros no lo son; intelectuales, o no tanto; lo cierto es que, detrás de una mirada, nuestros hijos reflejan lo que llevan dentro de su alma.
Y esto no es casualidad; no importa en dónde nacieron, ni lo que tengan, ni las cualidades físicas que posean. Es algo que se cultiva cada día; es guardar en el interior, las cosas que valen la pena; es darle a Dios un lugar especial; es valorar las cosas del mundo, sin depender de ellas.
Por ello es urgente, prioritario, importante…, cuidarlos y enseñarles a protegerse del ambiente que frecuentan; de lo que el mundo les presenta -que muchas veces no es tan bueno- y que insiste en ser parte de su vida interior.
Cuando son pequeños, somos nosotros -los adultos, especialmente los padres- los responsables de cuidarlos, de proteger su interior…, su corazón; pero poco a poco, ellos deberán ser capaces de seleccionar lo que es mejor para sus vidas.
¿Estamos al tanto de lo que ven nuestros hijos? ¿Las imágenes que aparecen en televisión, Internet, o en redes sociales?
El mundo necesita de hombres y mujeres de mirada limpia… Ahí estamos nosotros…, para ayudarlos a conseguirla.