Firmes, honestos, leales

Hay que apuntar hacia allá. Cuando hablamos de que nuestros hijos sean firmes, nos estamos refiriendo a que sean fuertes, sobrios, perseverantes, prudentes… La honestidad trae consigo la honradez, la veracidad, la rectitud de intención… La lealtad tiene dentro de sí el sacrificio, el compromiso, la transparencia…

Debemos tratar, todos los días, de conseguir que nuestros hijos sean personas que dejen huellas en la vida, para que todos las puedan seguir, sabiendo que al final del camino, no caerán al abismo.

Y eso se lo consigue, no con sermones, ni dándoles unos libros donde se hablen de valores. Las lecciones, deben darlas sus padres, por su manera de actuar en la vida. Que vean unos padres luchadores, trabajadores, alegres; que comparten momentos de juegos, de paseos…, de estar con ellos, dedicándoles tiempo.

Con los hijos no se puede descansar. Cuando llegue la muerte se podrá descansar, pero hasta mientras, no se puede llegar a la casa e ignorar a la esposa y a los hijos por dedicarse a otras actividades, que pueden ser buenas en sí para la salud, para entretenerse, para “desestresarse”, pero que los alejan de las personas que viven a su lado.

En fin…, lo importante es que nuestros hijos ganen esta carrera. Que al final de sus vidas, el Señor los invite a pasar al Reino de los Cielos, porque fueron firmes, honestos, leales, y además practicaron los Sacramentos y las Obras de Misericordia.

Pero todavía…, falta mucho para el final. Hasta el próximo lunes.

Saludos,

Departamento de Familia