Con la potestad paterna sobre Jesús, Dios ha otorgado también a José el amor correspondiente, aquel amor que tiene su fuente en el Padre, “de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra” (Ef 3, 15 – Redemptoris custos 8). La función de San José, de ser esposo y padre adoptivo, nos ofrece un testimonio de la dignidad que tiene la paternidad.
Para todo hombre que aspire hoy a la paternidad, o que ya sea padre, San José es quien le puede inspirar para que, en tan sublime vocación, el ser llamado papá, más que un mero reconocimiento biológico y/o afectivo, sea la expresión más intensa de los vínculos que surgen de una relación auténtica entre padre e hijo. En dicha relación se ejerce esa ternura que identifica la verdadera masculinidad, manifestada en la paternidad como un ministerio dado por el Señor.
Este ministerio de la paternidad en la vida de la familia es el ejercicio de los propios atributos de la masculinidad, pues “Dios pone al padre en la familia para que, con las características valiosas de su masculinidad, sea cercano a la esposa, para compartir todo, alegrías y dolores, cansancios y esperanzas. Y que sea cercano a los hijos en su crecimiento: cuando juegan y cuando tienen ocupaciones, cuando están despreocupados y cuando están angustiados, cuando se expresan y cuando son taciturnos, cuando se lanzan y cuando tienen miedo, cuando dan un paso equivocado y cuando vuelven a encontrar el camino; padre presente, siempre” (Amoris Laetitia, 177).
En efecto, nos recuerda también el Papa Francisco en su Carta Apostólica “Patris corde”, número 2: “como hizo el Señor con Israel, así él le enseñó a caminar, y lo tomaba en sus brazos: era para él como el padre que alza a un niño hasta sus mejillas, y se inclina hacia él para darle de comer. (cf. Os 11,3-4). Jesús vio la ternura de Dios en José”.
Siendo San José aquel que guió al Hijo del Hombre en su crianza, él enseñará a todo padre que se confía a él, el profundo significado de su propia paternidad, y la más importante misión de este ministerio: comunicar a los hijos la fe. (Cfr. Lc 2, 22-24. 41-42. 48-51). Cada padre en el hogar, tiene la misión de hacer presente a Dios como un Padre siempre amoroso y cercano. En San José, también reconocemos la docilidad ante el llamado de Dios y el valor del silencio, hoy tan necesarios para ejercer este don de la paternidad ante las difíciles situaciones que el mundo actual nos ofrece, pero siempre, con la fe puesta en el Señor. (Conferencia Episcopal de Costa Rica).
Saludos,
Departamento de Familia