“El Gran Dictador”, del icónico actor británico Charles Chaplin, es considerada una de las obras más influyentes y destacables de la historia del cine. Es también su primera película hablada. Estuvo nominada a cinco premios Óscar, en 1941, en la categoría de Mejor Película, Mejor Actor, Mejor Actor Secundario, Mejor Banda Sonora y Mejor Guión.
Su objetivo era “humillar” y mofarse de Hitler, pero se logró mucho más y se dejó un mensaje que terminó trascendiendo hasta nuestros días. Se especula que el gobernante alemán la vio dos veces, aunque no se tiene referencia de su reacción. Asimismo, fue atacada por gente como el magnate mediático William Randolph Hearst, que comenzó a hacer una dura campaña en contra del proyecto y el director, el mismo Chaplin.
La película fue tan controversial, que obligó a Chaplin a autoexiliarse de Estados Unidos, para luego regresar en 1971 y recibir un Oscar Honorífico. El filme también estuvo prohibido en varios países como Alemania, España, e Italia.
Esta obra de arte gira en torno al dictador Adenoid Hynkel y a “El Barbero”, ambos personajes protagonizados por Chaplin. Hynkel es una parodia de Adolf Hitler. Se puede observar que Chaplin se burla de muchas cosas del premier teutón como por ejemplo sus discursos, su ego, su racismo y sus ideas. Hynkel resulta ser un bufón pero, al mismo tiempo, es despiadado y no está capacitado para gobernar un país.
“El Barbero”, en cambio, es un judío que comienza a sufrir los abusos del régimen de Hynkel. Como son personajes opuestos, se logra contrastarlos para tener un efecto dramático. El personaje de “El Barbero” casi no habla en toda la película, sin embargo, en el final emite un discurso que critica la falta de derechos y libertades.
Si bien la idea original de la película fue mofarse de Hitler, su mensaje final es de libertad, paz y esperanza, que luego de 75 años se mantienen vigentes.
Por Sergio del Hierro
2do de Bachillerato
Club de Periodismo y Debatea