Siempre hay un tiempo para hacer correcciones en lo que hemos fallado. Todos, por nuestra condición de seres humanos, y por el pecado original, estamos en riesgo de caer en muchas situaciones que la vida nos presenta.
El egoísmo, la vanidad, la falta de caridad con el prójimo, la deslealtad, la deshonestidad, el engaño, la indiferencia, la falta de empeño para terminar lo que hemos comenzado,…
Y esto ocurre, cuando nos preocupamos por nosotros mismos; cuando no cuidamos nuestro espíritu y dejamos que fluyan esas malas inclinaciones que, con sus tentáculos, siempre buscan atraparnos y derribarnos, incluso hasta no dejar que nos recuperemos.
En estas condiciones, la oración no puede faltar; para darnos mayor fuerza y para que nuestra alma esté más cerca del Señor. La oración es un arma eficaz, pues nos da la firmeza que necesitamos para seguir con una lucha que no es nada fácil, pero que nos lleva a vivir con paz y alegría.
Rectificar sí, pero con la firme intención de no volver a caer en la misma falta; pidiendo perdón a quien le hayamos causado daño, y preparándonos bien, cada mañana, con una plegaria confiada, segura y optimista.
Saludos,
Departamento de Familia