Los enfermos son el tesoro del Opus Dei

Su sobrenatural y humana alegría de vivir aparece en toda su fuerza cuando se enfrenta con un dolor tremendo, con una enfermedad incurable, con el lento consumirse de una vida. El Diario de Burgos publicó el 13 de agosto de 1975, el testimonio impresionante de un hombre que quería hacer pública su “deuda con Monseñor Escrivá de Balaguer”. Así tituló su artículo Manuel Villanueva Vadillo: era un hombre joven cuando le diagnosticaron una parálisis progresiva, que le ha llevado a unas palabras de Josemaría Escrivá de Balaguer, como silla de ruedas, sin ninguna esperanza de volver a andar. Allí aprendió, guiado por el Fundador del Opus Dei, el significado del dolor. Poco a poco fue descubriendo que el sufrimiento, aceptado y ofrecido por amor a Dios, le hacía corredentor con Cristo. Y comprendió el valor auténtico de aquellas palabras: los enfermos son el tesoro del Opus Dei.

Manuel Villanueva rememora cómo el Fundador de la Obra, cuando era un sacerdote joven fue a buscar los medios para hacer la Obra de Dios en los hospitales: “Eran gente desamparada enferma; algunos con una enfermedad entonces incurable, la tuberculosis. Su tesoro estaba allí: repartido entre los enfermos que ofrecían el gozo de su dolor, y entre aquellos que, de su mano, subieron a la presencia de Cristo. Yo formaba –y formo– parte de ese tesoro”.

Alguien escribió en la prensa, también a raíz de la muerte de San Josemaría, que, de tanto querer, se le había roto el corazón. Y más de uno recordó aquello de morir inadvertido en una buena cama, como un burgués…, pero de mal de Amor (Camino, 743). Sólo que el Fundador de la Obra, en sus últimos años, más bien decía que de amor no se muere, de amor se vive. Como aquel 7 de enero de 1975 en La Lloma, cerca de Valencia. Hubo canciones; entre otras, aquella -Si vas para Chile- que le cantaron un año antes en Buenos Aires, la víspera de su salida hacia Santiago. Una canción suave, saturada de nostalgia, que habla de amor:
Si vas para Chile te ruego viajero le digas a ella que de amor me muero…
-Bueno, eso de que se muere de amor… –comentó-, De amor se vive. Quered mucho, quered con todo el corazón, que no os moriréis de amor. ¡Hala, a poner el corazón en el Señor, a quererlo de verdad! Amad a su Madre, a San José, y vivid con ellos en Belén, en Nazaret, en Egipto… Que os enamoréis de verdad, y que viváis de amor: que de amor no se muere, no. Eso son cuentos: el amor da la vida; sin amor no se puede vivir. Por eso os quiero enamorados; porque, si lo estáis, no me da miedo nada. ¡Seréis fieles!

Y el Fundador del Opus Dei concluyó:
¡Vivid de amor, hijos míos, aunque digáis, mintiendo, que morís de amor!

Saludos,

Departamento de Familia