Muchos santos importantes en la historia cristiana, han sido personas que estuvieron lejos de ser perfectas. Sus vidas en un principio no eran precisamente un motivo para enorgullecerse, pero lograron hacer un cambio radical en sus vidas. Dios miró más allá de su pasado y confió en su capacidad para cambiar.
Si miramos de qué está lleno nuestro corazón, si reconocemos nuestras intenciones y nuestros deseos, no perderíamos tanto tiempo en justificarnos, sino que aceptando lo que somos, nos dejaríamos ayudar para transformar nuestras vidas, para convertirnos en corazones que busquen siempre cumplir con la voluntad de Dios.
Si hemos perdido el horizonte, si no encontramos sentido a nuestra vida, si pensamos que nuestros errores del pasado nos han condenado ya, estamos equivocados. Si estamos vivos, tenemos una oportunidad. Su misericordia es infinita. Sabe cómo somos, de lo que está lleno nuestro corazón. Conoce nuestros anhelos más profundos, nuestras carencias, nuestros miedos. Entiende el porqué de nuestras decisiones. Nunca deja de mirarnos con ternura, porque su amor no cambia, nos amará siempre, no importa lo que hayamos hecho. Dios nos entiende, Dios nos llama, Dios nos busca, Dios nos espera.
El encuentro con la mirada de Jesús, nos lleva a un verdadero arrepentimiento, transforma nuestras vidas. Todo adquiere sentido. Empezamos a amar la vida, a agradecer por ella, a descubrir a Dios en cada momento, a preocuparnos de los demás y a sonreír más.
Cada santo tiene un pasado, y cada pecador tiene un futuro. Dejemos que nuestra Madre del Cielo nos lleve de la mano por camino seguro. Contemplemos el amor de Dios y dejemos que el Espíritu Santo haga su trabajo.
Saludos,
Departamento de Familia