Durante muchos años hemos ido construyendo recuerdos inolvidables, compuestos de momentos sencillos como cocinar juntos, hacer algún deporte, jugar en el parque o contar cuentos; y también otros más desafiantes, como cuidarnos si estamos enfermos, comprendernos si estamos en un mal momento o perdonarnos cuando nos equivocamos.
¡Cuántas cosas han aprendido! Desde atarse los zapatos hasta conducir un auto, los pequeños y grandes aprendizajes de nuestros hijos nos recuerdan que el tiempo no se detiene. Pasa tan rápido que podemos correr el riesgo de perder de vista lo esencial: nuestra presencia como padres en sus vidas.
Podemos ver, con paciencia y gozo, cómo nuestros hijos van creciendo. Cada etapa de sus vidas es un logro, un regalo y la base de un nuevo peldaño: algunos terminando su preescolar, con la emoción de su nuevo colegio; otros se despiden y toman fuerzas para enfrentar nuevos retos llenos de oportunidades, pero también de mayores exigencias.
Celebremos sus logros y disfrutemos de lo que viene. Alimentemos “la memoria del corazón”, con todos esos momentos compartidos en familia. De este modo, llenaremos el tanque de amor que mantendrá el motor encendido para que puedan alcanzar siempre sus metas.
No dejemos de agradecer a todas esas personas que, junto a nosotros, trabajan para que nuestros hijos crezcan en conocimiento y virtudes. Que Dios nos bendiga en esta gran aventura de educar.
Departamento de Familia