Con todos los que nos ayudan a vivir con alegría, y con los que nos animan a llevar bien nuestros problemas. Entre los primeros están los más cercanos. Nuestra cónyuge, que todos los días nos apoya, y se preocupa de que nos sintamos bien en nuestro hogar, preparando el entorno para que nos sintamos cómodos cuando llegamos a la casa, sin olvidar ningún detalle que pueda hacer que nos sintamos mal.
También están en ese grupo las personas que se ocupan de que permanezca siempre ordenada nuestra casa; de que estén listos los alimentos que vamos a servirnos; de que nuestra ropa esté limpia y planchada; de proporcionarnos otros servicios que necesitamos para que nuestros seres queridos puedan disfrutar todos los días de bienestar.
En el otro grupo –el que nos anima a llevar bien nuestros problemas- se encuentra, aparte de nuestra esposa o esposo, ese amigo o amiga incondicional. Que nos aconseja, que nos escucha, que nos consuela, que nos enseña, que reza con nosotros y está constantemente encomendándonos al Señor.
Agradecidos con Dios porque Él pone a nuestro lado todo lo necesario para que seamos felices aquí en la tierra, y luego eternamente en el Cielo. Y aunque algunas veces no comprendamos cómo permite una enfermedad de algún ser querido, o que nos falte algo de mucha importancia, es necesario entender que detrás de esos problemas siempre encontraremos soluciones a nuestras dificultades. Y Jesús sólo espera que nos acerquemos con mucha confianza, y con la fe de aquella mujer de la que nos hablaba el Evangelio de ayer, que con sólo tocar la orla de su túnica quedó curada, y luego de haberse sanado, agradeció.
Gratos con todos. Con los que nos ayudan y con los que de repente parecen incomodarnos, ya que sus intenciones muchas veces no buscan nuestro mal, sino que mejoremos,… que rectifiquemos.
Tal vez la gratitud no sea la virtud más importante, pero es una de las bases para todas las demás.
Saludos,
Departamento de Familia