Abrazar al cónyuge, a los hijos, a los familiares, es muy importante. Hay muchos estudios que lo certifican. Pero aunque no hubieran estudios -y no los certificaran-, por sentido común, el gran afecto que se demuestra con un abrazo es algo que todos lo comprendemos, y no hace falta ser un académico para entenderlo.
¿Hace cuánto tiempo que no abraza a su esposa? ¿Hace cuánto tiempo que no abraza a su esposo? ¿Hace cuánto tiempo que no lo hace con su hija? ¿Y con su hijo? ¿Y con sus padres? Sería absurdo que lo haga con sus amigos, y no lo realizara con sus familiares. No sería justo.
Un buen apretón de manos, un saludo cordial y afectuoso, una palabra que estimule, son gestos que ayudan a que nuestro prójimo sienta que su ánimo ha mejorado después de ese encuentro.
Y ahora, los estudios: “Las hormonas relacionadas con las emociones positivas, regulan el sistema inmunológico. Abrazar genera estados de bienestar, tranquilidad y confianza. Son un recurso contra la soledad, el miedo, y para afrontar mejor los problemas”, afirma un especialista.
“Asimismo, el abrazo sincero es uno de los primeros recursos ante el terror. En las situaciones de vulnerabilidad y miedo, la gente busca un abrazo. Cuando apoyé, tras los atentados del 11M, la gente necesitaba abrazos, y esto tiene explicaciones neurofisiológicas. Hay investigaciones que hablan de que reducen el miedo a la muerte y a temores existenciales”, añadió un sicólogo experto.
Pues bien, manos a la obra. Comencemos por nuestra familia, que tanto lo necesita, y que hace tiempo, quizá, está esperando esta muestra de cariño. ¿Se imaginan cómo serían los abrazos de Jesús, y el efecto que producirían? No somos como el Señor, pero intentemos parecernos a Él, que tanto amor entregó, mientras estuvo aquí en la tierra.
Saludos,
Departamento de Familia