El matrimonio es como una planta a la que hay que regar todos los días. Algunas veces nos levantaremos con deseos de impregnarla de agua con un balde; otras veces no tendremos las mismas ganas, y lo haremos con un gotero. Pero sea con balde o con gotero…, ¡hay que alimentarla todos los días!
El matrimonio es la única “profesión” en la que no nos graduamos con el diploma debajo del brazo. Hay que aprender a vivirlo, a disfrutarlo, a sacarle el máximo provecho en todas las circunstancias que la vida nos presenta cada día.
Los hijos también son parte importante. Nos revitalizan, nos hacen más responsables, nos comprometen, ayudan a que amemos más. Pero la parte más valiosa en el hogar, la tienen la esposa y el esposo…, los dos juntos. Ellos en primer plano, mirando en una misma dirección.
Hay que disfrutar de los momentos más felices que se viven en el matrimonio. Que no sólo permanezcan en nuestra mente, sino también físicamente: en una foto, en un cuadro, en un video…, en la pequeñez de un instrumento electrónico.
Hay que estar preparados para los momentos en que las complicaciones afecten a la unión conyugal. Algunas veces, estos problemas serán de pareja; otros, estarán motivados por situaciones relacionadas con los hijos, con sus caídas y fracasos.
Los altibajos en el matrimonio siempre estarán presentes, pero serán nuestra riqueza en la medida en que se conviertan en una oportunidad para crecer…, y madurar en el amor.
Saludos,
Departamento de Familia