Amor a la Universidad

Su “amor a la Universidad”: éste es el tema. Un modo de referirnos a un hondo sentimiento personal de Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer, Fundador del Opus Dei, cuyo dies natalis piadosamente conmemoramos, y de aludir también a lo que su mensaje espiritual ha podido significar para la historia de la institución universitaria en general.

Conviene destacar aquí cómo, siendo la espiritualidad propia del Opus Dei, cada día difundida en el orbe cristiano, una espiritualidad eminentemente laical, ese amor suyo a la Universidad se refería a todas las universidades en general, y, por ello mismo, muy principalmente, a las establecidas, organizadas y mantenidas por el Estado.

La forma más expresiva de su amor por las universidades estatales se manifestó desde muy pronto, en la constante creación de Residencias y Colegios Mayores, con cuya actividad se venía a completar la labor educativa de esos centros oficiales. Porque no se trataba de discriminar instituciones por su diferente estatuto, sino, antes bien, de abrir para toda la sociedad, y en concreto para los centros universitarios ya existentes, nuevas vías de progreso en la condición espiritual y moral del estudio universitario de los futuros profesionales.

Lo que tantas veces repetía Monseñor Escrivá: los cristianos hemos de ser levadura de una masa común, se cumple en estos Colegios Mayores, acogidos a un régimen legal ordinario, que había sido restablecido en España hace más de cuarenta años. Cada uno de esos Colegios y Residencias de estudiantes fue como la concreta expresión de amor al estudio de los universitarios.

Esto era explicable, porque Monseñor Escrivá, aparte de sus estudios eclesiásticos, había cursado igualmente los de la Universidad civil, y así se sentía íntimamente, también él, un universitario más. Sus doctorados ordinarios y honoríficos, fueron como la señal del reconocimiento oficial de ésta su condición de universitario.

No movió al Fundador, para poner en marcha esta Universidad de Navarra, el deseo de hacer otra nueva, en competición con las ya existentes, o de suplir sin más un vacío universitario regional, sino una razón mucho más elevada, como era la de promover una iniciativa apostólica en colaboración con las demás universidades, para la santificación del estudio universitario.

Todo lo demás, la posible perfección con la que se ha querido realizar el trabajo en esta Universidad, a pesar de las múltiples deficiencias personales y materiales, no tienen razón de ser por sí misma, sino en función de aquella santificación del trabajo universitario, que obedecía a una muy especial voluntad de Dios, y que el fundador no hizo más que seguir con ejemplar fe y sublime docilidad. Sólo ese más alto fin apostólico, podía justificar el esfuerzo de crear algunas nuevas universidades en distintas partes del mundo.

El mismo hecho de que algunas dependencias de la Universidad se hallen localizadas en ciudades e incluso naciones distintas, es una manifestación más de esta concepción no-territorial de los centros universitarios promovidos por miembros del Opus Dei.

Esta desvinculación de unos límites territoriales parece ajustarse mejor a la espiritualidad del Opus Dei, que no se concibe encerrada entre unos muros de edificación: porque el Opus Dei no es propiamente una Casa, ni un Claustro, sino que se abre al mundo como un verdadero “Camino”.

Esta palabra que resulta hoy tan familiar por ser el título de un libro de Monseñor Escrivá de Balaguer, leído por millones de lectores de todas las lenguas, es la que da una mejor idea, no sólo de lo que el Opus Dei ha significado en la historia de la Iglesia -un camino para la santificación del trabajo ordinario-, sino también la razón de sus eventuales universidades, que también ellas son caminos para la santificación del estudio universitario.

Porque, en definitiva, su amor a la universidad al que nos referimos, es una concreción especial de ese otro más amplio amor al mundo, a ese mundo que fue creado bueno por Dios, y al que el Fundador, en la conocida “Homilía del Campus”, proclamaba amar apasionadamente. (Álvaro d’Ors. Homenaje a Monseñor Josemaría Escrivá. 26-VI-1985).

Saludos,

Departamento de Familia