Los esposos encienden la llama que dará calidez al hogar. Son el motor principal de la familia. Son ellos quienes marcan el rumbo a seguir por esa nave que despegó en el momento en que papá y mamá fundieron su espíritu.
Y esto no quiere decir que no existan diferencias de opiniones entre los esposos, que en ocasiones causan malestar. Esto ocurre en todos los hogares, y no debe ser motivo para que se forme un abismo que no permita que los conflictos se solucionen.
En una tertulia, en Argentina, en 1974, San Josemaría manifestaba: “¡Quereos de verdad! Y os aconsejo siempre: marido y mujer: ¡pocas riñas! ¡Más vale no enredar con la felicidad! Ceded vosotras un poquito… él cederá también.
Luego, delante de los hijos, no riñáis jamás: ¡que los niños se fijan en todo!, ¡que los niños forman enseguida su juicio!… No saben que San Pablo ha escrito: qui iudicat Dominus est!, ¡que es el Señor el que juzga!
Y ellos se erigen en señores, aunque tengan tres o cuatro años, y piensan: mamá es mala, o papá es malo… ¡Es un lío feroz, pobres criaturas, qué tragedia! No hagáis esa tragedia en los corazones de vuestros hijos.
Esperad un poquito, tened paciencia y… ¡ya reñiréis! Cuando el chico esté dormido reñís -concluyó, sonriendo- pero poquito, sabiendo que… no tenéis razón. Ya se os ha pasado el enfado y aquél de los dos que cree que tiene razón, le tiene que decir al otro: perdóname, porque verdaderamente soy impaciente, y te quiero con toda mi alma… Y os dais un buen abrazo, y hacéis las paces: ¡unas paces muy sabrosas!”.
Hay que encender -entonces- todos los días, esa hoguera. Colocando más y más leña -entiéndase comprensión, tolerancia, paciencia, prudencia,…-, con lo que se conseguirá que el amor entre los esposos se fortalezca, y tengamos hogares luminosos y alegres, como nos recomendaba San Josemaría.
Saludos,
Departamento de Familia