Club de Periodismo: América Latina también tiene Leyendas de Rock

Club de Periodismo: América Latina también tiene Leyendas de Rock

El “rock and roll” es posiblemente el género musical más reconocido en la sociedad actual, y los logros de bandas como The Beatles y Queen, llegan incluso a nosotros, quienes vivimos varias décadas después y a miles de kilómetros de distancia de donde surgieron. Pero en el día a día de Latinoamérica, han caído aparentemente en el olvido varios de los grandes íconos del rock de nuestro continente, de manera que algunos podrían incluso llegar a creer que este género no tuvo en nuestras naciones leyendas y gigantes como los que surgieron en otras partes del mundo occidental en el siglo XX.

Tristemente, hoy no se difunde como debiera las ejecutorias magistrales de Javier Bátiz, maestro mexicano de la guitarra en los 50’s y 60’s, cuya habilidad lo posicionó como una especie de Jimi Hendrix latino (sino un precursor e inspiración a este segundo); no se recuerda a los Shakers, banda uruguaya de los 60’s, inspirada en The Beatles, a la cual John Lennon reconoció como la única en el mundo que captaba apropiadamente su estilo; y aunque se recuerde frecuentemente a Woodstock, muy poco se dice del Festival de Avándaro, momento cumbre de la contracultura del rock setentero, cuya multitudinaria asistencia asustó al gobierno dictatorial de Echeverría Álvarez, al punto de causar una persecución a este género de música en México, por miedo a que ilumine los fuegos de una revolución social.

Pero aunque no siempre se les rinda el homenaje que merecen, los rockeros de América Latina estuvieron allí, y tuvieron la misma potencia e impacto que sus colegas extranjeros, sino más, porque también debe remarcarse que en lugares como Estados Unidos y Reino Unido el rock no se encontró con la misma dureza de oposición que la combatida en Sudamérica, que desde los 60’s hasta los 80’s se encontraba dominada por dictaduras militares. Así, este género en nuestro continente no sólo fue la voz de un cambio y la bandera de la juventud: fue el agente de la resistencia, la fuerza de un pueblo que no se doblegaba ante la tiranía.

El rock en América Latina no fue solo una nueva corriente musical e ideológica: fue un movimiento de protesta y búsqueda de libertad. Los Ramones no tuvieron que lidiar con agentes de la policía irrumpiendo en sus conciertos, persiguiendo a la multitud y llevándolos a un camión blindado donde los amenazaban con hacerlos desaparecer, como ocurrió, por ejemplo, con Los Violadores, banda argentina ochentera de punk. Las canciones de Led Zeppelin no fueron vetadas por las autoridades a causa de su contenido, como ocurrió con Los Dinosaurios de Charly García o Juan Represión de Sui Generis. Pero a pesar de la persecución, la violencia, la represión y la censura, el rock marcó a América Latina y mantuvo encendida la antorcha de la cultura musical de nuestro continente, en medio de un huracán de dictaduras.

No puedo sino rendir homenaje a estos genios latinoamericanos de la música, rockeros indomables, auténticos e ilustres, como los hubo pocos en el mundo, quienes, a través de su arte, han escrito la historia de resistencia del pueblo latinoamericano y llenado de orgullo a su cultura.

Y si hay una cosa, estimado lector, que quisiera recordar con este artículo, es que el rock, con toda su grandeza y esplendor, no es música sólo en inglés y no es sólo de Europa y Estados Unidos; América Latina vio nacer a su propio rock and roll y posee sus propios himnos, genios musicales y bandas impulsadoras de cambio social.

Si Inglaterra tiene entre sus hijos ilustres a Freddie Mercury, Brian May, Elton John y Eric Clapton; y Estados Unidos tiene a Bob Dylan, Jimmy Paige, Elvis Presley y Eddie Van Halen; América Latina tiene a Luis Alberto Spinetta, Charly García, Álex Lora, David Lebón y León Gieco. Y si hay una cosa por la cual quisiera disculparme, es por no poseer palabras suficientes para honrar como se debe a todos y cada uno de los íconos de nuestro rock. Estos padres fundadores modernos de Latinoamérica nos legaron una música profunda, poderosa y única como lo son sus países natales, forjando a través de las llamas de la opresión una identidad digna de aclamación, resaltando a los colosos musicales del pasado (como Carlos Gardel), y abriendo un espacio para que surjan sucesores de igual grandeza, sea en el rock o en otros géneros.

El legado de estos patriarcas criollos de la música es digno de orgullo para los latinoamericanos, pues, gracias a ellos, podemos escuchar en cualquier parte del mundo una “rola” como Confesiones de Invierno y sentirnos bendecidos de saberla nuestra.

Por Luis Ernesto Valverde Chedraui