En muchas ocasiones, no queremos que nuestros hijos atraviesen por dificultades. Y pensamos que al darles todo, los problemas que plantea la vida, se resolverán fácilmente.
Y entonces, vamos llenando a nuestras hijas e hijos, de los más variados tesoros que contiene el cofre: monedas -entiéndase caprichos-; joyas -entiéndase bienes materiales en abundancia-; piedras preciosas -entiéndase comodidad-; y otras cosas más.
Pasa el tiempo, y nos damos cuenta que esos tesoros, no enriquecieron a nuestros hijos. Antes, al contrario, los han vuelto más blandos, más frágiles. Y poco a poco, se van desmoronando. Los problemas los abruman, los detienen. No resisten, ni acometen.
Es necesario que reemplacemos ese cofre liviano, por un equipaje, quizá más pequeño y sin tanto brillo, pero que pese. Dejaremos el recipiente que contenía caprichos, abundancia y comodidad, y les enseñaremos a cargar el otro, que contiene esfuerzo, renuncias, paciencia, firmeza…, constancia.
El peso no los hundirá, al contrario, los hará fuertes, recios, seguros. Caminarán más erguidos, con mucha confianza, con alegría, con paz.
¿El cofre o el equipaje? ¿Por cuál nos decidimos?…
Saludos,
Departamento de Familia