Artículos

Cuando Dios es primero…

Vivimos corriendo, acelerados, con prisa, con mil cosas por hacer –seguramente todas buenas- y todo parece ser urgente.  Cuando lo urgente desplaza a lo importante, el alma se desordena, la vida se vacía y lo esencial se nos escapa.

Necesitamos tiempo para pensar, reflexionar, descansar; tiempo para darle sentido a lo que hacemos. ¿Para qué hago esto? ¿Para quién lo hago?

Y ante tanta prisa, relegamos al primero y más importante: Dios. Porque Él no se queja, no nos reclama, nos espera siempre, porque pensamos que él puede esperar.

Preguntémonos: ¿En qué momento dejamos de poner a Dios primero? ¿Elijo cualquier otra cosa antes de ir a Misa? ¿Prefiero caerles bien a todos, aunque tenga que traicionar mis valores? ¿Trabajo tanto que no tengo tiempo para la familia, ni para servir a otros? ¿Tomo decisiones sin preguntarme si está bien o mal ante Dios?

Cuando Dios es primero, todo cobra sentido. Nuestra vida se ordena, nos da paz interior, y nos ayuda a actuar con calma ante las situaciones difíciles, porque sabemos que Dios está al mando. Nuestras decisiones se orientan siempre a buscar agradar a Dios, abiertos a su voluntad.

Dios cambia nuestras vidas desde adentro: “Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura” Mt. 6, 37.  No olvidemos que cuando dejamos de lado a Dios –que es lo más importante y centro de nuestra vida-  nos desordenamos por dentro, aunque por fuera parezca que todo funciona.

Empecemos el día con Dios: ofrezcámosle nuestros pensamientos, nuestras palabras, nuestras decisiones; consultémosle antes de actuar: ¿qué quieres que yo haga? Dediquémosle a Dios un tiempo a solas, ordenemos nuestras prioridades, encontrémonos con Él en la Eucaristía, vivamos con coherencia, confiemos en su providencia, hagamos todo por amor a Él, dejémonos amar, sanar y guiar por Dios.

Porque lo demás se nos dará por añadidura….

Departamento de Familia