Dar hasta que duela

Algunas veces el Señor nos pide dar hasta que duela. Brindarnos totalmente a los demás; dar la mano, hasta que nuestra extremidad se canse; entregar lo máximo de nuestras fuerzas. 

Y para conseguir esto, se necesita que todo nuestro ser esté bien entrenado. Como el atleta: la espalda fuerte, los brazos vigorosos, las piernas en tensión, la mente fija en la meta. Y ese entrenamiento -entrega al prójimo- requiere, sobre todo, de la gracia de Dios. Porque no se puede hacer el bien al necesitado, sin que esté presente esa luz que nos permite ver la carencia de quien está pidiendo ayuda. 

Cuántas personas necesitan de consejos, de enseñanzas que les permitan salir de la oscuridad de sus criterios, que muchas veces están desacertados porque no han tenido a quien los ayude a salir de sus equivocaciones. Y esta carencia de principios, es muchas veces más grave que la falta de medios materiales. 

Aunque tengamos muy poco, todavía podemos y debemos entregarnos a los demás. Hay que mostrar a nuestros hijos, cómo dar aunque duela, para que aprendan a practicar la virtud de servir. Ésta se adquiere, como todas las virtudes, por el ejemplo recibido de nosotros, de sus maestros, y de quienes buscan su bienestar.

Saludos,                                                                                  

Departamento de Familia