Nuestros hijos, aunque viven bajo el mismo techo, comen en la misma mesa, y asisten al mismo colegio, son diferentes. No estamos hablando del físico, o del tono de voz, o de su manera de caminar, sino de su forma de pensar, de actuar, de comportarse.
Y si son diferentes, hay que tratarlos de manera distinta. Grandes alimentos emocionales son: la atención, el cariño, ser escuchados, un abrazo, una mirada, llamarlos por teléfono demostrándoles que nos importan…, un mail en el que les expresemos que los amamos.
Las personas necesitan recibir diferentes tipos de reconocimientos, a lo largo de sus vidas. Y los hijos aprenden desde muy pequeños, a esperar esos homenajes.
Los hijos reaccionan diferente, a la forma de expresar nuestros sentimientos; por tanto, hay que fijarse también, en los afectos que les proporcionamos. Esto logrará que los comprendamos más, y que podamos darle a cada uno, lo que requiere en ese momento.
Saludos,
Departamento de Familia