Fue una linda experiencia, ser testigo de la alegría sincera de un grupo de médicos que festejaban, hace poco tiempo, sus 35 años sirviendo a la vida. Entre sonrisas, llenas de emoción por el reencuentro; entre sorpresas, al conocer lo que cada uno había hecho de su vida; entre abrazos y manos que se estrechaban; entre recuerdos, llenos de nostalgia. En unas pocas horas, lograron revivir muchos años que parecían haberse quedado atrás.
Cuando la mano del profesional de la salud toca a un ser humano, toca también su alma. ¡Qué responsabilidad! ¡Qué hermosa tarea! Que nunca les falte una mirada que acoja, una palabra que consuele, una mano que alivie… Que no olviden que el dolor bien vivido nos acerca al Cielo. Que vivan su profesión desde el corazón, es decir con ilusión, con responsabilidad, con la conciencia clara de que lo que está en sus manos, es de infinito valor.
Una profesión sacrificada, pero tan gratificante. Cuidar la vida, que le pertenece sólo a Dios. ¡Qué misión tan sublime! El ser humano tan frágil ante la enfermedad, ante el temor de morir, o sufrir dolor, se entrega en manos de quién confía que lo sostendrá, lo curará, lo acompañará; de alguien capaz de reconocer en él su dignidad hasta el final de su vida.
Que el deseo de servir a la vida, los mantenga siempre unidos.
¡Dios bendiga a todos los profesionales de la salud del mundo!
Saludos,
Departamento de Familia