El 2 de octubre de 1928, fecha en que se fundó el Opus Dei, San Josemaría Escrivá de Balaguer vio a cristianos corrientes que vivirían con plenitud la vocación recibida en el Bautismo. Apóstoles de Cristo, que hablarían de Él con sencillez y naturalidad, esforzándose por ponerlo en la cumbre de las actividades humanas, viviendo gozosamente su participación en el sacerdocio de Cristo, y ofreciendo a Dios cada día el sacrificio santificante de su propia existencia.

Vio un camino de santidad y de apostolado para servir a la Iglesia. Eso, que no tenía nombre aún, era Iglesia y para la Iglesia. La Voluntad de Dios estaba clara: Dios quería abrir un panorama vocacional en medio de la calle para su Iglesia, dirigido a personas de todas las edades, estados civiles y condiciones sociales. Era un nuevo horizonte eclesial que prometía frutos abundantes de santidad y de apostolado en toda la tierra.

San Josemaría, emocionado, se arrodilló mientras las campanas de la cercana iglesia de Nuestra Señora de los Ángeles repicaban en el día de su fiesta. “Tenía yo veintiséis años, la gracia de Dios y buen humor, y nada más. Y tenía que hacer el Opus Dei”. (www.es.josemariaescriva.info).

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