El Prelado en Panamá

En la catequesis que Monseñor Fernando Ocáriz, Prelado del Opus Dei, brindó en la JMJ, en Panamá, con universitarios y bachilleres, trató sobre la vocación que Dios tiene para cada una y cada uno. “Hay que tener valentía para querer, no sólo para ver. Cuando decimos sí al Señor, es por una gracia interior. No hay que temer porque la vocación, cualquier vocación, es un don que Él nos hace”. Por eso, “hemos de poner de nuestra parte ese ‘sí quiero’. Luego, hay que dejarse aconsejar, hacer oración y acudir con toda la frecuencia que se pueda a la Eucaristía”.

Un asistente, Francisco, de México, preguntó: “¿Cómo hacer para no abandonar la oración diaria?”, Monseñor Ocáriz dijo que ser fieles a un momento de conversación diaria con Dios cuesta. “El catecismo habla de ‘combate’ al hablar de la oración. Requiere esfuerzo. Pero siempre, aunque haya salido mal, ha valido la pena hacerla. Hay muchos métodos para hacer oración. Uno es leer el Evangelio, meterse en las escenas, tratar en ellas al Señor”.

Habló también sobre la importancia de la amistad. “Cuando hay verdadera amistad, hay interés por la otra persona. Si es verdaderamente amiga -dijo a una de las participantes-, ella se interesará por tus cosas y tú por las suyas. Ése es un punto de partida y, poco a poco, la amistad se convierte en apostolado; y juntas os acercaréis al Señor”.

Entremares fue el lugar donde celebraron la Santa Misa. En la corta homilía, hizo mención a la solemnidad de la Conversión de San Pablo. Pidió a los asistentes que le soliciten al Apóstol por la conversión de cada uno de los asistentes a los actos con el Papa Francisco: “No sólo por conversiones de gente que no tiene la fe, sino también para que cada uno de nosotros dé pasos adelante hacia el Señor”.

Tenemos que rogar por “la conversión permanente”. “Como san Pablo, nos encontramos continuamente con el Señor, que nos dice: ‘¿A qué esperas? ¿Por qué te retrasas?’ Pidamos al Señor que nos haga reaccionar”. Hizo también una petición de oraciones por los cristianos perseguidos, o que sufren por defender su fe.

Que estas breves recomendaciones ayuden para que, principalmente nuestros hijos, encuentren el camino que el Señor les señala: esa vocación única e irrepetible que tiene pensada para ellos, desde la eternidad.