El Vía Crucis

El secreto está en seguir a Cristo
San Josemaría solía afirmar que la vida cristiana se reduce a seguir a Cristo: éste es el secreto. Y añadía: acompañarle tan de cerca, que vivamos con Él, como aquellos primeros doce; tan de cerca, que con Él nos identifiquemos (Amigos de Dios, n. 299). Por eso aconsejaba la constante meditación de las páginas del Evangelio, y quienes han tenido la suerte de escucharle comentar algunas de las escenas de la vida de Cristo, las han sentido vivas, actuales, aprendiendo a meterse en aquellos pasajes como un personaje más.

Entre todos los relatos evangélicos, San Josemaría se detenía con especial detalle y amor en los de la Muerte y Resurrección de Jesús. Allí, entre otras muchas consideraciones, contemplaba la Humanidad Santísima de Cristo, que -en su afán de acercarse a cada uno- se nos revela con toda la flaqueza humana y con toda la esplendidez divina. Por eso, decía, aconsejo siempre la lectura de libros que narran la Pasión del Señor.

Como fruto de su contemplación de las escenas del Calvario, el Fundador del Opus Dei preparó Via Crucis. Era su deseo que sirviese de ayuda para meditar la Pasión de Jesús, pero jamás quiso imponerlo a nadie como texto para el ejercicio de esta devoción tan cristiana. Y esto, por su gran amor a la libertad de las conciencias y por el profundo respeto que sentía ante la vida interior de cada alma, de manera que ni siquiera a sus hijos les forzó nunca a adoptar caminos determinados de piedad, exceptuados, naturalmente, los que forman parte esencial de la espiritualidad que Dios ha querido para el Opus Dei.

“El Via Crucis no es un ejercicio triste -comenta el Beato Álvaro del Portillo en el prólogo de Via Crucis-. Muchas veces enseñó San Josemaría que la alegría tiene sus raíces en forma de cruz. Si la Pasión de Cristo es camino de dolor, también es la ruta de la esperanza y de la victoria segura. Esta obra póstuma de San Josemaría, como las anteriores, fue preparada para ayudar a hacer oración y, con la gracia de Dios, para crecer en espíritu de compunción -dolor de amor- y de agradecimiento al Señor, que nos ha rescatado con el precio de su sangre”.

 

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Departamento de Familia