Todos nosotros tenemos, durante nuestra vida, que empujar una piedra. Para algunos será de gran tamaño, y para otros, de menor dimensión. Pero tenemos que empujarla. Dios nos ha dado esta pequeña tarea. Y lo bueno es que no hay que empujarla todo el día. Habrá momentos en que hay que hacerlo, y otros, en que no.
Y las piedras que todos nosotros tenemos que mover -repetimos, de diferentes tamaños-, son las cosas que día a día se nos presentan. Para usted, quizá sea sonreír a quien no le cae tan bien; ayudar -aunque esté cansado- a esa persona que no le ha pedido nada, pero que necesita que la apoyemos; levantarse, a una hora en que quisiera dormir y dormir; cerrar la boca, cuando quiera decir cosas desagradables hacia alguien; terminar bien nuestro trabajo, tratando de hacerlo con la mayor perfección posible; afrontar la enfermedad grave de un ser querido…, y añádale más…
De repente nos puede venir a la mente: “tanto tiempo empujando esa piedra, y todavía no la puedo mover”; “tanto sacrificio, y…, para nada”. Pero Dios, quien le puso a empujar la piedra, seguramente le dirá: “Mira, Yo te dije que empujaras la piedra…, pero no que la movieras, porque soy Yo quien tiene que hacerlo”. Y continuará diciendo: “Mira, como han aumentado de tamaño tus músculos (entiéndase, una voluntad firme y recia); mira como están más anchas tus espaldas (entiéndase, tu capacidad de amar); mira como están más fuertes tus manos (entiéndase, tus deseos de servir a los demás)…, mira…
Y entenderemos que esa piedra es necesaria en nuestras vidas. Si nos faltara, habríamos dejado de ganar, lo que da sentido a nuestra existencia. ¿Se da cuenta? Así que, cuando se encuentre con que Dios le ha puesto una piedra en el camino -sea grande, o pequeña-, piense: “todo es para bien”…; “por algo me ha sucedido esto”…; “Señor, lo dejo en tus manos”…Y se dará cuenta que, cuando menos lo espera, la piedra se moverá y rodará, dejándole una paz inmensa en su alma.
Empuje…, cada día más…, mirando al Cielo…..
Saludos,
Departamento de Familia