Tuvo un accidente severo, que le produjo una lesión de la médula espinal a nivel de la nuca, lo que le llevó a la incapacidad para mover o sentir, por debajo del área afectada.
Permanece en una cama, en una casa que acoge a los enfermos incurables. Allí le prestan la mejor atención posible. Lo cuidan bien y, en medio de sus limitaciones, se considera una persona feliz.
Ha compuesto algunas canciones. Todavía no tienen música, pero sus estrofas nos llevan a comprender lo que es cargar con una vida de impedimentos, pero a la vez abierta a la esperanza. En este caso, no para llegar a caminar algún día, pero sí para ser útil a los demás.
Desde el sitio en que está, con su voz consuela, ayuda, está pendiente de los pacientes que se encuentran en la sala. Ahí vemos personas que no reconocen a quienes llegan allá, o están deprimidas por sus dolencias, o en estado terminal. Ha visto morir a algunos, y a pesar de todo eso transmite a los jóvenes que lo visitan, un mensaje de alegría y fortaleza, aconsejándolos permanentemente. En su cama, lee y se mantiene actualizado.
Así transcurre la vida de don José, alguien que ha sacado provecho de una situación difícil de sostener, conformándose con los designios de Dios, agradeciendo por todas las atenciones que recibe, tanto del personal de enfermeras, como de quienes acuden a él todos los días.
Cuánto necesitamos aprender de don José, cuando a veces nos desanimamos por los problemas que se nos presentan, y nos desmoronamos pensando que son cargas imposibles de llevar. Nos quiere hacer partícipes, no de su dolor, sino del optimismo que se puede sacar de una desventaja física importante. Que aprendamos de su espíritu, que desea abrazar, saltar, salir de sí mismo, para entregarse al servicio de los demás.
Saludos,
Departamento de Familia