Fe, mucha fe

En todo momento, a cada instante, en cualquier situación. Tal vez sea un problema económico el que no lo deja tranquilo; quizá la dificultad se presenta en su trabajo; o en la salud de los suyos.

Hay tantas enfermedades. Algunas que se van para no volver a molestarnos; pero hay otras que llegan sin avisar,… y se quedan. Estas últimas son las que muchas veces nos hacen perder la paz y nos entristecen.

Es el momento entonces de elevar nuestros ojos a Dios, que todo lo puede. Es el momento de tocar el manto de María, que es nuestra Madre y que está pendiente de nuestra desazón y de cómo aliviarla. Es el momento de pedirle a quien ha muerto, y sabemos que está muy cerca del Señor, para que por su intercesión se nos conceda el milagro de que recupere la salud algún ser querido.

No perdamos la fe, aunque todo parezca indicar que la situación por la que pasamos no se arreglará. Nuestro Padre que está en el Cielo tiene sus designios, que algunas veces no los comprendemos; pero se vale de un sufrimiento para lograr que nos acerquemos más a Él; que lo visitemos con frecuencia; que recurramos a la Virgen, que no olvida a quien padece en su espíritu.

Fe, mucha fe. Y si nos falta, pedírsela con una frase sencilla: “Señor, aumenta mi fe”. No dejes que mi alma se angustie. No permitas que me desespere. Alégrame, anímame, bríndame el consuelo de saber que esta tribulación pasará… Y Dios encontrará la manera de sosegar nuestra alma. Que Él nos regale esa paciencia que tanto necesitamos.

Saludos,

Departamento de Familia