Hable. Siempre. No conviene que usted y su cónyuge pasen un día sin comunicarse, sin contar lo que ha pasado durante la jornada que se acaba. Conversar de lo que ha ocurrido en el trabajo, en la casa, con los hijos. Conversar… de ustedes.
El matrimonio se alimenta de los pequeños momentos compartidos. De esos comentarios que permiten que se rían y celebren por situaciones que se han presentado. El matrimonio es como una planta que hay que regar todos los días. Algunas veces, nos levantaremos con ganas de regarla con un balde; otras con un gotero. Pero sea con balde o con gotero, hay que regarla.
Recuerde lo que ha ocurrido en el presente, y también lo que ha pasado junto a su esposa –esposo- durante estos años. Conviene hacerlo. Los recuerdos gratos unen, motivan a seguir adelante, remando juntos en una sola dirección.
Hay mucho de qué hablar. Si lo hace siempre… ¡felicitaciones! Si no está ocurriendo esto, hágalo. No deje que la comunicación desaparezca de su hogar. Si usted no es de hablar mucho, entonces exprese su cariño de otra manera, pero,… no deje de hacerlo.
Saludos,
Departamento de Familia