Quizá usted habrá escuchado la frase: “Hay que dar, hasta que duela”. Pero nosotros le invitamos a: “dar…, aunque le duela”. Porque a quienes esperan recibir, no les podemos decir: “ya no puedo dar, porque tengo este dolor”.
El dolor, está íntimamente ligado al ser humano. Jesús, verdadero Dios, pero también verdadero hombre, sintió hambre, sed, cansancio…, y también dolor. La entrega suya, en la Cruz, fue la máxima expresión del dolor, y lo experimentó, desde que lo llevaron al Sanedrín, hasta que murió. Pero no se quejó. Se dio por nosotros, aunque su dolor fuera inmenso.
El dolor, se puede ofrecer por otra persona que también sufre; o por las almas del Purgatorio, que tanto necesitan de nuestras oraciones y sacrificios; o por familiares o amigos.
No se limite a dar hasta que duela. Que su generosidad vaya un poco más allá. Que sepa dar…, aunque le duela.
Saludos,
Departamento de Familia