Irse y quedarse al mismo tiempo

Cuando amamos, queremos vivir con nuestros seres queridos eternamente, no podemos pensar una vida sin ellos. Pero cuando los perdemos, nos toca aprender a seguir a pesar de su ausencia, y nos llenamos del recuerdo de tantos momentos compartidos, de todo lo que, a través de ellos, aprendimos, y de un sinnúmero de cosas que nos hacen recordar: una canción, un lugar, un perfume, unas fotos, en fin, cosas que logran mantener su recuerdo vivo.

Ahora, lo importante es agradecer por el tiempo que estuvieron con nosotros, por esas huellas imborrables que quedarán en nuestro corazón. Cuando perdemos a alguien que amamos, aprendemos a vivir y a mirar alrededor, porque nunca nos faltará por quien seguir viviendo.

Pero hay alguien que murió y se fue al Cielo y al mismo tiempo se quedó. Alguien que tiene el poder de estar siempre a nuestro lado, alguien que con amor infinito nos dice que no quiere separarse de nosotros. Ese es Jesús, que murió, resucitó, subió al Cielo y se quedó con nosotros en el Pan y el Vino consagrado y seguirá con nosotros para que, no solo lo podamos ver y visitar en el Sagrario, sino para que, al recibirlo en la comunión, transforme nuestra vida, fortaleciéndonos en el camino, llenándonos de su Espíritu para que podamos descubrir y vivir en su presencia en todo momento.

Jesús, llena el corazón de todos los que están tristes, pensando que están solos. Acerca hacia Ti, Señor, a todas las almas que creen que son felices sin ti.

Saludos,

Departamento de Familia