La historia comenzó a escribirse…

El Señor le infunde el alma, al ser humano llamado cigoto, y comienza la historia de él, o de ella. Todo está inscrito en este pequeño ser humano: su color de los ojos, su color de los cabellos, el desarrollo posterior de sus órganos, su sexo.

Luego, se nutre dentro de su madre, y crece. Los órganos ya están formados… Y tocó el momento del nacimiento. Los padres, familiares y amigos, esperan que salga de la sala de partos o del quirófano, para verlo en el cunero, lugar donde están, además, otros niños recién nacidos.

Pero la historia no comenzó con el nacimiento. La historia comenzó a escribirse en la concepción o fecundación. Ya nacido, depende de sus padres. La mamá le dará de lactar. El papá le brindará seguridad, y ayudará a la madre en las pequeñas y sacrificadas cosas que van saliendo: aplicarle las vacunas; el chequeo médico de rutina; una enfermedad; las despertadas en la madrugada -que deben ser compartidas-…, y podríamos añadir mucho más.

Un niño es una responsabilidad…, y tenemos que volcarnos hacia nuestros hijos. Muchas veces escuchamos, a ciertos papás, jactarse al decir que ellos hacen deporte todos los días, especialmente en las noches. Uno los escucha y se pregunta: ¿y qué tiempo le das a tus hijos? En la mañana, los niños salen corriendo; en la tarde, van a realizar sus deberes, y en la noche, ¿dónde está el papá?… ¿Cómo le proyectas la figura paterna?

Un niño se hace hombre, teniendo como referente a su papá, o a quien haga de papá, en el caso de haber fallecido su padre. Pero ahora resulta que los hijos son huérfanos, aunque el padre viva bajo el mismo techo.

Papás…, si antes estábamos ante un mundo, que por sus características demandaba su presencia continua con la familia, ahora se la requiere mucho más. En la vida hay que hacer sacrificios. Ustedes escojan… Recuerden que la historia comenzó a escribirse…, mucho tiempo antes del parto.

Saludos,

Mario