Los adolescentes son como un cuadro que se está pintando. Con el paso del tiempo, el pintor busca los colores y las mejores combinaciones, pues lo que está realizando debe ser una obra maestra.
Quienes hacen esta obra de arte son los padres, papá y mamá. De ellos depende que tengamos una pintura, que gratifique el espíritu de quien está observándola. De ellos depende que, acabado el trabajo, éste sea admirado como algo muy valioso, trascendente.
Hay quienes, utilizando esta analogía, le ponen el marco al cuadro, el clavo a la pared, y ayudan a buscar el mejor sitio donde va a estar colocada la imagen –somos los que tratamos de brindarles la mejor educación en el colegio, los maestros- pero definitivamente, esta gran obra está en manos de los padres.
Causa pena, cuando uno oye que los pintores no combinan bien los colores, o son opacos, y el paisaje nos muestra figuras deterioradas, árboles secos, sin frutos, y con hojas que caen a un monte deslucido y sin vida.
Causa mucho dolor, conocer cómo los pintores dejan que el paisaje se deteriore, porque pintan con pinceles desgastados, maltrechos, sin poner la mano firme sobre el lienzo, dejando que el cuadro se pinte solo; y un cuadro, sin un buen artista, deja de ser una obra de arte, para convertirse en un retrato, que hay que colocarlo en diferentes lugares, porque no luce en el sitio que se le tenía reservado.
Seamos pintores de verdad; firmes para corregir; serenos para aconsejar; sabios para decidir sobre lo conveniente para el futuro de nuestros hijos. Recordemos, que al anochecer de la vida, se nos pedirá cuentas por los cuadros que pintamos. Y nos juzgará el gran Artista, el Maestro,… el Señor.
Saludos,
Departamento de Familia