Hace pocos días, celebramos una fiesta importante para todos los cristianos. Festejamos con regocijo y admiración, a tantas personas que, con pequeñas y grandes luchas, alcanzaron esa felicidad que Dios nos tiene preparada en el Cielo.
¿Cómo vivieron? Quizá podríamos pensar que su vida fue más fácil que la nuestra. Pero no es así. Ellos también tuvieron que luchar contra sus defectos y debilidades; contra problemas y sufrimientos. Pero al igual que nosotros, tuvieron la gracia de Dios; el perdón y el amor de un Padre Bondadoso, que hace posible…, lo imposible.
El llamado del Señor a ser santos, debe entusiasmarnos: darle sentido a todo lo que hacemos. Todo, por más pequeño que sea, si lo hacemos por amor, nos santifica. ¿Cuánto amo? ¿Me lo he preguntado? ¿A mi cónyuge, a mis hijos, a todo el que está a mi lado? ¿Puedo darme cuenta de ese amor en este momento? Cada instante es una oportunidad para ofrecer lo que nos cuesta, para darnos a los demás, para pensar primero en el otro.
Para amar, necesitamos crecer en generosidad, virtud que nos hace pensar en el bien del otro. Practicar cada día esa entrega alegre, al servicio de los demás.
Evaluémonos en el amor, cada día que termina, y perseveremos en esta linda aventura de…, ser santos.
Saludos,
Departamento de Familia