La vida está llena de motivos que nos mueven a actuar, a decidir o a comenzar. Cuando lo que nos impulsa es solo nuestro bienestar, nuestros gustos o deseos, perdemos el horizonte, sufrimos y hacemos sufrir a los demás. Cuando los motivos son nobles, la vida se transforma: nos volvemos más agradecidos, soportamos las dificultades y nos esforzamos por entregar lo mejor de nosotros. ¿Cuáles son nuestros motivos?
No basta hacer cosas, sino entender por qué las hacemos. Una misma acción cambia si nace del amor, del orgullo o del deber. Para los padres, cuidar a sus hijos cuando están enfermos, más que un deber, que también lo es, lo que los mueve es el amor. Para un maestro, no solo es un trabajo, sino que el deseo de querer ver a sus alumnos crecer y aprender pesa más que la obligación laboral. Nuestros hijos, más que obedecer por miedo al castigo, deberían hacerlo por la decisión libre de honrar a sus padres.
Si actuamos por cumplir, por costumbre o por quedar bien, todo se vuelve más pesado. Démosle ese toque de nobleza y generosidad a nuestras acciones. Que los motivos que llenan nuestro corazón estén guiados por el amor a Dios y a los demás.
¡Y no hay mejor lugar para comenzar que en casa!
Departamento de Familia