El libro de San Josemaría, Camino, dice en su primer punto: “Que tu vida no sea una vida estéril. -Sé útil. -Deja poso. -Ilumina, con la luminaria de tu fe y de tu amor. Borra, con tu vida de apóstol, la señal viscosa y sucia que dejaron los sembradores impuros del odio. -Y enciende todos los caminos de la tierra con el fuego de Cristo que llevas en el corazón”.
Este mensaje es para todos nosotros: niños, jóvenes, adultos y ancianos. No podemos ser cómodos y decir: “yo no sirvo para esto, hay otros que pueden hacerlo mejor”. Dios nos da una misión específica, y nos concede las gracias suficientes para cumplirla.
Y a todos nos pide lo mismo. La solicitud de Cristo es para cada uno de nosotros. Nadie está exento: ni por la edad, ni por problemas de salud, ni por otras causas. No existen pretextos de ningún tipo. O cosechamos frutos de apostolado, o nuestra vida será estéril.
Al respecto, San Josemaría nos aconseja: “Vive tu vida ordinaria; trabaja donde estás, procurando cumplir los deberes de tu estado, acabar bien la labor de tu profesión o de tu oficio, creciéndote, mejorando cada jornada. Sé leal, comprensivo con los demás y exigente contigo mismo. Sé mortificado y alegre. Ese será tu apostolado. Y, sin que tú encuentres motivos, por tu pobre miseria, los que te rodean vendrán a ti, y con una conversación natural, sencilla –a la salida del trabajo, en una reunión de familia, en el autobús, en un paseo, en cualquier parte– charlaréis de inquietudes que están en el alma de todos, aunque a veces algunos no quieran darse cuenta: las irán entendiendo más, cuando comiencen a buscar de verdad a Dios”.
Pongamos en práctica estos consejos, y veremos cómo nuestra vida va tomando sentido, contagiándose de un optimismo lleno de esperanza y alegría. ¿Lo intentamos?
Saludos,
Departamento de Familia