Luz del mundo, y sal de la tierra

Jesús dijo: “Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal deja de estar salada, ¿cómo podrá recobrar su sabor? Ya no sirve para nada; así que se la tira a la calle, y la gente la pisotea. Ustedes son la luz de este mundo. Una ciudad en lo alto de un cerro, no puede esconderse. Ni se enciende una lámpara para ponerla bajo un cajón; antes bien, se la pone en alto para que alumbre a todos los que están en la casa. Del mismo modo, procuren ustedes que su luz brille delante de la gente para que, viendo el bien que ustedes hacen, todos alaben a su Padre que está en el cielo”.

¿Somos conscientes de que fuimos creados para ser luz del mundo y sal de la tierra? ¡Qué gran programa tenemos para desarrollar en nuestras vidas! Desde el lugar en el que nos toque vivir. Desde la profesión con la que nos ganamos la vida. Con sólo estar en este planeta, podemos ser luz del mundo y sal de la tierra.

Así como la sal -y como la luz con la que también nos compara el Señor-, los cristianos estamos llamados a tener un impacto en la realidad en la que vivimos. Cuando la persona que cocina, vierte sal en una comida, espera que, al probarlo, el sabor haya cambiado. Cuando uno enciende una luz, espera que la oscuridad desaparezca.

Igualmente, los seres humanos somos enviados al mundo para algo, y nuestra presencia en medio del mundo no puede pasar desapercibida, pues somos, por la gracia del Señor, portadores de un don inmenso: la capacidad para hacer realidad lo que Jesús dejó, cuando estuvo aquí con nosotros.

Nuestro apostolado no será fruto de discursos sabios y elocuentes o de grandes talentos, sino que es manifestación del Espíritu. No tenemos nada que temer, si confiamos en Dios y cooperamos para que Él sea quien se manifieste en medio de nuestra debilidad.

No lo olvidemos: ser luz del mundo, y sal de la tierra. ¿Y si las puertas de los trabajos se le cierran? No hay excusa. Siempre, siempre habrá algo que hacer. Y al hacerlo, aunque le parezca insignificante, estará llevando a Cristo, hasta los últimos rincones de la tierra.

Saludos,

Departamento de Familia