¿Se acuerda del episodio evangélico en el que Jesús le dice a Pedro –que había tratado de pescar toda la noche sin conseguir su objetivo- que tome su barca, y reme mar adentro? ¿Y que el apóstol, siendo fiel, avanzó hacia aguas profundas, echó las redes y encontró tal cantidad de peces, que el asombro se apoderó de él?
Pues bien, algo así ocurre en nuestras vidas. Es Cristo que pasa, invitándonos a dejar la comodidad de la orilla, para que avancemos más allá, a ese lugar donde el esfuerzo, el trabajo y la perseverancia, encuentran el premio justo a la aceptación de las sugerencias del Señor. Para conseguir esto, necesitamos de vida interior.
La vida interior es una tarea de la gracia que necesita de nuestra cooperación. El Espíritu Santo empuja nuestra barca, con su aliento de vida. Contamos con dos remos: por un lado está la decisión eficaz de luchar; por el otro, la confianza en Dios, la seguridad de que Él no va a soltarnos. Ambos remos son necesarios, y hemos de fortalecer los dos brazos si deseamos que nuestra vida interior avance. Si falta uno, la barca va a dar varias vueltas y será difícil de controlar; el alma no avanza, se agota, termina por debilitarse y caerá fácilmente.
Dentro de poco estaremos en el Adviento, que es el tiempo de preparación para la Navidad. Qué bueno sería que éste sea el punto de referencia para comenzar a cambiar, para recogernos en oración,… para tener más intimidad con Él.
No es difícil. Sólo tenemos que apartarnos de la orilla del bienestar y confiar en Él, que todo lo puede, si nosotros queremos. Como Pedro, que obedeció sin preguntar: ¿por qué?
Acerquémonos al Señor que nos invita a guiar mar adentro, a que echemos nuestras redes para la pesca. ¿Estamos dispuestos a conseguirlo?
Saludos,
Departamento de Familia