MARÍA

La del dulce nombre. Apenas tendría 15 años cuando Dios encargó a su ángel aquella misión extraordinaria: la de pedirle que acepte ser la madre de Jesús: el Salvador, el Mesías.

Lo cuidó desde la concepción; desde que estaba en su vientre. Mañana y noche; conociendo perfectamente que Aquel que estaba en su seno, era el Hijo de Dios.

María trabajó arduamente mientras estuvo aquí en la tierra. En las tareas propias del hogar; aconsejando y colaborando con quienes lo necesitaban, y luego, en la vida pública de su Hijo, preocupándose de que no le falte lo necesario para que pueda cumplir la misión de predicar el Evangelio.

Jesús nos la dejó como madre adoptiva, momentos antes de morir. Mientras estuvo aquí en la tierra, ayudó. Ahora, en el Cielo, su colaboración es más efectiva. Sólo basta con pedirle a su Hijo que se cumpla el favor que le solicitamos, para que Él se lo conceda.

A pocos días de una gran celebración como es la de la Inmaculada Concepción, terminemos la Novena, y dispongámonos para otra gran fiesta: la Navidad.

Que este tiempo de preparación para la venida de Cristo nos encuentre listos, con un corazón limpio, generoso, solidario. Tomados de la mano de María, lo conseguiremos.

Saludos,

Departamento de Familia