MISERICORDIA

Estamos a pocos días de que se cumpla el Año de la Misericordia, proclamado por el Papa Francisco en el 2015. Seguramente hemos vivido las Obras de Misericordia y las hemos practicado con nuestros hermanos, los que más han padecido.

Las materiales y las espirituales. Tal vez lo hemos hecho sin darnos cuenta. En otras ocasiones, estando plenamente seguros de que nuestra generosidad ha ayudado a tantas personas, necesitadas de nuestra colaboración.

Dar de comer al hambriento. Dar de beber al sediento. Dar posada al peregrino. Visitar a los enfermos. Vestir al desnudo. Visitar a los presos. Enterrar a los difuntos. Son las Obras de Misericordia corporales.

Enseñar al que no sabe. Dar buen consejo al que lo necesita. Corregir al que se equivoca. Perdonar al que nos ofende. Consolar al triste. Sufrir con paciencia los defectos del prójimo. Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos. Son las Obras de Misericordia espirituales.

Muchas de ellas estarán grabadas en nuestro corazón, y las recordaremos con un cariño especial por el esfuerzo, que en algunas ocasiones, tuvimos que realizar para cumplirlas.

Pero el tiempo de ayudar al prójimo no termina con la clausura de este año de caridad decretado por el Papa.

Las Obras de Misericordia están para efectuarlas siempre. Principalmente, con nuestra familia y con quienes están más cerca de nosotros. Pensemos,…el día de hoy, qué podemos hacer por nuestra esposa o esposo, por nuestros hijos, por nuestros amigos, por nuestros colaboradores.

Que no se sientan abandonados. Que estén seguros de que el Año de la Misericordia no se terminará nunca para ellos, pues siempre estaremos pendientes de sus necesidades corporales y espirituales.

Saludos,

Departamento de Familia