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¡Motivos… tengo!

Desde pequeños enseñamos a nuestros hijos a decir: “GRACIAS”. Esta palabra habla bien de quien la dice, pero más allá de ser una norma de educación, expresa lo que llevamos en el corazón y nuestra apertura a los regalos que la vida nos ofrece en lo cotidiano y en lo sencillo de nuestros días.

Motivos para agradecer siempre tenemos, aunque no siempre los vemos. Dios se manifiesta de muchas maneras, incluso en los detalles más simples que solemos pasar por alto, como: el canto de los pájaros en la mañana, el color hermoso del atardecer o esa brisa que refresca en un día caluroso. También en la comodidad de nuestra cama o el agua a la temperatura que más nos gusta.

Dios también utiliza a las personas que nos rodean para ser instrumentos de esos dones: un saludo, una sonrisa, una palabra oportuna, una atención o servicio prestado, cuando alguien nos cede el paso en medio del tráfico o responde a nuestras preguntas. Un mensaje inesperado de alguien que quiere saber cómo estamos o tantos favores silenciosos que no notamos pero que han sido hechos pensando en nosotros.

En este tiempo de cuaresma, pidamos la gracia de un corazón agradecido, capaz de reconocer en los detalles más pequeños el infinito amor de Dios. Incluso en las situaciones tristes de la vida, porque no es la felicidad lo que nos hace agradecidos, sino la gratitud la que nos hace felices.

Departamento de Familia