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Nuestro corazón es su morada

Jesús echó a todos fuera del Templo, diciendo: “No conviertan la Casa de mi Padre en un mercado”.  El templo, más que un edificio, era el lugar de encuentro con Dios, destinado al culto y a los sacrificios.  No es un enojo vacío el que mueve a Jesús a sacar a todos y a esparcir las monedas, sino el amor ardiente por la santidad del lugar del encuentro con su Padre.

Lo que sucede en este pasaje también ocurre hoy en nuestro corazón, que es morada de Dios. Los animales, los vendedores, las monedas y el ruido representan nuestra superficialidad, distracciones, apegos y ambiciones. Pensemos: ¿qué cosas ocupan el lugar que le pertenece solo a Él?

Jesús, con su celo santo, quiere entrar, poner orden, limpiar, devolvernos la paz interior y purificar nuestra vida. Pero muchas veces nos resistimos: posponemos la confesión, dejamos la oración y la Misa para después, ponemos nuestros intereses personales por encima de las necesidades de los demás.

No tengamos miedo. Quizá purificar nuestro corazón duela un poco, pero al final solo la presencia de Dios en nuestra vida será lo verdaderamente necesario para alcanzar la felicidad aquí en la tierra y en la eternidad.

Departamento de Familia