La regata oceánica es en una competencia de velocidad, una carrera de embarcaciones a vela. A más de ser un deporte de mucha adrenalina, para Rafael Bodero Gómez y Rafael Bodero Cevallos, esta actividad ha sido una oportunidad para fortalecer sus lazos como padre e hijo.
Con dos años navegando juntos, el empresario y su hijo (estudiante de 1ero de Bachillerato en el Torremar), viven con pasión las competencias, las cuales cuentan con un alto nivel de seguridad y se desarrollan fuera de una bahía, de puerto a puerto o atravesando diferentes mares.
Los protagonistas de esta historia trabajan para coronarse a mediano plazo como campeones nacionales. Para lograrlo, reconocen que aún deben ganar experiencia y sobre todo profundizar en sus conocimientos sobre el comportamiento de los vientos, las corrientes y las mareas.
“Este año, en el Campeonato de Invierno, quedamos en cuarto lugar en la clase general entre veinte embarcaciones participantes, creo que no está mal considerando el poco tiempo que tenemos practicando este deporte”, destaca Rafael padre, quien junto a su hijo y seis amigos que conforman la tripulación de su velero, ya han participado en varios eventos con muy buenos resultados.
¿Cómo se preparan para participar en este tipo de competiciones? Los Bodero nos cuentan que en la preparación influyen dos factores: tiempo y constancia. Lo difícil es tener el tiempo para viajar todos los fines de semana a Salinas y ser constantes en el entrenamiento, así como practicar las caídas, afinar las velas, analizar los vientos, entre otras cosas.
Ambos destacan también la forma en que se han fortalecido sus lazos familiares. Más que padre e hijo se consideran grandes amigos que se ayudan mutuamente y que comparten el gusto por el mar, el aire puro, la sana diversión y la adrenalina que los invade al momento de navegar.