Al principio lo dicen fuerte, animados, sonrientes. Luego, el ánimo va decayendo, y finalmente,… esa llamada casi no se escucha. Son los hijos que buscan a su papá y a su mamá para contarles algo, para pedirles algo, o simplemente para sentir la mano que se pose sobre su hombro, o para recibir un beso sincero, espontáneo, cariñoso,… y no lo encuentran.
Son los hijos, cuyos padres siempre tendrán una excusa: “es que, estoy ocupado”; “es que, tengo tanto que hacer”; “es que estoy cansado o cansada”; “es que,… es que,… es que,…”. Y ese tiempo precioso en el que se podía estar con los hijos, cuando buscaban nuestra compañía, ya no volverá.
Qué esperamos, ahora que son pequeños, para dejar nuestro cansancio a un lado; para prestarles atención cuando nos hablan; para dedicarles tiempo, pero mucho tiempo. Es absurdo escuchar la famosa frase: “es que yo a mis hijos, les doy calidad de tiempo”. ¿Cuánto es “calidad de tiempo”? ¿Cinco minutos,… diez minutos? Es injusto dedicarle a un hijo 15 minutos, cuando lo que necesita es una hora, para desahogarse con nosotros.
A los hijos hay que darles: cantidad de tiempo; es decir, lo que ellos necesiten para sentirse satisfechos de una conversación, o para disfrutar de un momento ameno con sus padres.
Si usted conoce a padres “muy ocupados”, hable sobre el tema. Que reflexionen. Quizá sus hijos son pequeños, y se puede cambiar cualquier situación familiar, que no se la está viviendo adecuadamente. Tenga el convencimiento, que los ayudará mucho.
Saludos,
Departamento de Familia